Juan Martín Guevara fue detenido al volver de Cuba. Los Castro, aliados de Videla, no movieron un dedo por él. En cambio el nuncio Pío Laghi, delegado papal, intercedió ante el general Harguindeguy
Por Claudia Peiró
"Ir por lana y salir trasquilado". Es el refrán que viene a la mente cuando se piensa en la intencionalidad de quienes reclaman a gritos la desclasificación de archivos de la Santa Sede con el claro propósito de instalar la sospecha de complicidad con la represión ilegal.
Pero el reclamo de aperturas y desclasificaciones, insistentemente formulado por notorios representantes y voceros de las ONG de derechos humanos, está por fin siendo escuchado. Y no queda claro que se trate de una buena noticia para el relato setentista. El resultado amenaza con no ser en absoluto concurrente con la lectura en boga en estos años acerca de lo que fue el Proceso y de quiénes fueron sus valedores internos y externos.
Juan Martín Guevara de la Serna, nacido en 1943, es el hermano menor de Ernesto Guevara. En el año 1974, decidió mudarse a La Habana con su esposa e hijos. Tiempo después regresó a la Argentina, solo.
Su hijo mayor, Martín Guevara, cuenta en un libro autobiográfico el dolor que sintió al enterarse un día en La Habana de que su padre estaba preso a miles de kilómetros de distancia. Tenía por entonces doce años. Un día, tuvo la oportunidad de ver a Fidel Castro. Lleno de ilusión, le pidió a quien entonces veía tan poderoso como un Papá Noel, que hiciera algo para sacar a su padre de prisión. Fidel le dijo que sí y Martín se sintió feliz y esperanzado.
Pero Fidel Castro no sólo no reclamó jamás la liberación de Juan Martín Guevara sino que fue un aliado activo de la dictadura de Jorge Videla, por la simple razón de que se lo ordenaron los soviéticos.
En la Cuba de aquellos años, no se llamaba dictadura al régimen argentino. La versión oficial -la única, como en todo régimen totalitario- era que en el país del Che todo estaba de maravillas.
La Junta Militar que el 24 de marzo de 1976 derrocó al gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón se convirtió en principal proveedora de cereales a la Unión Soviética; esa asociación económica, que se volvió vital para Moscú cuando en 1979 Estados Unidos decretó un embargo por la invasión a Afganistán, fue transmitida a todos los países satélites de la Unión Soviética, incluida Cuba.
Martín Guevara padeció ese alineamiento en carne propia. Fidel no aprovechó la sociedad con Videla para hacer liberar a su padre. Pero además, en la escuela cubana, sus compañeritos de clase no entendían por qué estaba exiliado de un país en el cual no pasaba nada.
-Porque hay dictadura -les explicaba él.
-No puede ser. ¿En tu país? No pasa nada.
"Mis amigos –contaría Martín Guevara años después- no sabían por qué estábamos exiliados en Cuba y lo dudaban cuando yo se los explicaba. Daba la sensación de que no teníamos (en Argentina) un gobierno lo suficientemente malo como para exiliarnos, ni como para que mi padre estuviese preso ocho años y medio, ni como para que hubiese más que el doble de la cantidad de muertos que en Chile".
No sólo el niño que era Martín sufría por esta situación: "Vi lágrimas en los ojos de hombres duros –recordó también-, de militantes de organizaciones de izquierda argentinas, que estaban en Cuba, aceptando las migajas de un exilio en absoluto silencio. Lágrimas cuando, al esperar una declaración en el tribunal de la ONU por los derechos humanos, Fidel a través de sus enviados, bajo apercibimiento de la URSS, calló, haciéndose cómplice histórico de semejante villanía".
Cada vez que el tema de la sistemática violación de los derechos humanos en la Argentina era evocado en Naciones Unidas –es decir, todos los años- para debatir si se enviaba o no una comisión de inspección, La Habana votaba en contra y se ocupaba además de conseguir otros apoyos para la dictadura argentina entre los demás países miembros del grupo llamado de No Alineados. Moscú fue de este modo el principal sostén internacional de la dictadura de Videla y Cuba la ejecutora de ese respaldo.
Eso explica que Fidel, en sus interminables discursos de cada 1ª de enero –aniversario de la Revolución Cubana-, al llegar el capítulo internacional, momento en que hacía el panegírico de la lucha de los pueblos del mundo contra la opresión imperialista, condenaba a todas las dictaduras que rodeaban a la Argentina –Chile, Paraguay, Uruguay, Brasil, Bolivia- sin mencionar jamás a la Patria de quien según él había sido uno de sus mejores amigos, el Che.
"El gobierno de la URSS -decía Martín Guevara-, sin reparar demasiado en los miles de militantes de izquierdas que se encontraban en campos de concentración, torturados salvajemente y luego arrojados desde aviones al Río de La Plata, manda a colocar la medalla de Lenin en la pechera de altos mandos militares argentinos, por contribuir a la causa de la Patria de los proletarios".
Todo esto no impide que los mismos sectores –fuerzas progresistas y familiares de desaparecidos- que consideraron ofensiva la presencia de Barack Obama en el país en el aniversario del golpe, hayan viajado durante todos estos años a Cuba para fotografiarse con Fidel Castro.
Los archivos vienen con sorpresas
Ahora llega desde Roma la noticia de que el hermano del Che Guevara figura en las listas que Pío Laghi, representante del Vaticano en la Argentina durante los años de la dictadura, presentó alguna vez al general Albano Harguindeguy, ministro del Interior de Videla, intercediendo por él y por esos otros prisioneros políticos.
Como alguna vez el propio cardenal Jorge Bergoglio, también Pío Laghi (fallecido en enero de 2009) fue blanco de las sospechas y acusaciones de los sobrevivientes de las organizaciones armadas hoy reciclados como luchadores por los derechos humanos que, sin el menor atisbo de autocrítica por su propia contribución al golpe y a la masacre de sus camaradas, se dedican a señalar supuestas complicidades de todas las instituciones con las que por ideología no comulgan, a la vez que hacen silencio sobre la responsabilidad de sus aliados.
El listado presentado por Pío Laghi figura en los archivos vaticanos con el nº Nº 1510/76, tiene fecha del 13 de agosto de 1976 e incluye a personas que se encontraban detenidas en distintas cárceles del país, como Villa Devoto, Coronda, Mercedes, Resistencia, Sierra Chica y La Plata.
Además de Juan Martín Guevara, entonces de 32 años, Pío Laghi también pedía a las autoridades por la suerte de un sacerdote, Elías Musse, de Jorge Vázquez, diplomático y ex funcionario del gobierno depuesto, de varios científicos y técnicos de la Comisión de Energía Atómica detenidos el 28 de marzo de 1976, entre otros.
Si bien la gestión no tuvo como resultado la liberación de Guevara, que dejará la cárcel recién en 1983, hay una cosa cierta: los prisioneros por los cuales había interés de gobiernos o entidades extranjeras tenían más chances de no pasarla tan mal; por ejemplo, de no ser retirados clandestinamente de una prisión y fusilados en un simulacro de fuga, como sucedió en tantos casos.
Los archivos desclasificados vienen con sorpresas. Cabe esperar que quienes hoy exigen a voz en cuello poder acceder a esos archivos, tengan la honestidad intelectual de retractarse cuando los documentos contradigan su relato.
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