El Papa y la criminalidad organizada: la invectiva y la misericordia

El Papa y la criminalidad organizada: la invectiva y la misericordia

El sábado pasado, Francisco dijo al dirigirse a los criminales en Nápoles: «Estén conscientes de que Jesús los está buscando para abrazarlos, para besarlos, para amarlos más». La referencia a las lágrimas de las madres

«Estén conscientes de que Jesús los está buscando para abrazarlos, para besarlos, para amarlos más». No suscitaron un interés particular las palabras que Papa Francisco pronunció el sábado pasado en Nápoles, durante la homilía celebrada en la Plaza del Plebiscito, dirigiéndose a los criminales y, en particular, a los “afiliados” a la criminalidad organizada. Palabras firmes, pero de las que surge claramente la mirada cristiana que considera posible un cambio, una conversión. Palabras que también recordaron las «lágrimas de las madres de Nápoles».

«Reaccionen con firmeza a las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, a los pobres y a los débiles con el cínico comercio de la droga y otros crímenes –dijo Francisco. ¡No se dejen robar la esperanza! ¡No dejen que su juventud sea explotada por esta gente! ¡Que la corrupción y la delincuencia no desfiguren el rostro de esta bella ciudad! Y más: ¡que no desfiguren la alegría de su corazón napolitano! A los criminales y a todos sus cómplices, hoy, yo, humildemente, como hermano, repito: ¡conviértanse al amor y a la justicia! ¡Déjense encontrar por la misericordia de Dios! Estén conscientes de que Jesús los está buscando para abrazarlos, para besarlos, para amarlos más. Con la gracia de Dios, que perdona todo y perdona siempre, es posible volver a una vida honesta. Se lo piden también las lágrimas de las madres de Nápoles, mezcladas con las de María, la Madre celeste invocada en Piedigrotta y en tantas Iglesias de Nápoles. Que estas lágrimas suavicen la dureza de los corazones y vuelvan a conducir a todos por la vía del bien». Fue lo que dijo papa Bergoglio el pasado 21 de marzo. 

Exactamente un año antes, el 21 de marzo de 2014, Francisco se reunió por la tarde con los parientes de las víctimas de las mafias, antes de una manifestación de la asociación “Libera” del sacerdote italiano Luigi Ciotti. En aquella ocasión, el Papa había dicho: «Creo que no puedo acabar si decir una palabra a los grandes ausentes, hoy, a los protagonistas ausentes: a los hombres y mujeres mafiosos. ¡Por favor, cambien de vida, conviértanse, deténganse, dejen de hacer el mal! Y nosotros rezamos por ustedes. Conviértanse, lo pido de rodillas; es por su bien. Esta vida que viven ahora no les dará placer, no les dará alegría, no les dará felicidad. El poder, el dinero que ustedes tienen ahora  de tantos negocios sucios, de tantos crímenes mafiosos, es dinero ensangrentado, es poder ensangrentado, y no podrán llevarlo a la otra vida. Conviértanse, todavía hay tiempo, para no acabar en el infierno. Es lo que les espera si siguen por esta vía. Ustedes tuvieron un papá y una mamá: piensen en ellos. Lloren un poco y conviértanse». Nuevamente, la alusión a las lágrimas maternas acompañando la invitación a la conversión.

En otro 21, pero de junio de 2014,  Francisco, durante la homilía de la misa celebrada en la Llanura de Síbari durante la visita a Cassano all’Jonio, pronunció palabras mucho más duras: «Cuando la adoración del Señor es sustituida por la adoración del dinero, se abre la vía al pecado, al interés personal y a la sumisión; cuando no se adora a Dios, el Señor, uno se convierte en adorador del mal, como lo son los que viven de negocios sucios y violencia. Su tierra, tan hermosa, conoce los signos de este pecado. La Ndrangheta es esto: adoración del mal y desprecio del bien común. ¡Hay que combatir este mal, hay que alejarlo! ¡Hay que decirle: “No”! La Iglesia, que está tan comprometida en educar las consciencias, debe actuar cada vez más para que el bien prevalezca. Nos lo piden nuestros chicos, nos lo piden nuestros jóvenes que necesitan esperanza. Para poder responder a estas exigencias, la fe nos puede ayudar. Los que en sus vidas siguen esta vía del mal, como los mafiosos, no están en comunión con Dios, ¡están excomulgados!».

Para concluir, el último 21, pero de febrero de 2015, durante la audiencia a los peregrinos de Cassano all’Jonio, Francisco volvió a hablar sobre la criminalidad organizada: «No podemos decirnos cristianos y violar la dignidad de las personas; los que pertenecen a la comunidad cristiana no pueden programar y llevar a cabo gestos de violencia contra los demás ni contra el ambiente. Los gestos exteriores de religiosidad que no vayan acompañados de una verdadera y pública conversión no bastan para acreditar como creyentes a todos los que, con la maldad y la arrogancia típica de los malvivientes, hacen de la ilegalidad un estilo de vida. A todos los que han elegido la vía del mal y están afiliados a organizaciones criminales, renuevo la urgente invitación a la conversión. ¡Abran su corazón al Señor! ¡Abran su corazón al Señor! El Señor los espera y la Iglesia los acoge si, como pública fue su decisión de servir al mal, es clara y pública su voluntad de servir al bien». 

Es natural la invectiva contra la corrupción de la criminalidad organizada (que se llame mafia, Ndrangheta, Camorra o como sea), sobre todo porque en muchos casos los afiliados tiñen de una pseudo-religiosidad sus acciones criminales. Pero al volver a leer las palabras de Papa Francisco se puede ver claramente que la invectiva no es un fin en sí mismo y que siempre va acompañada con la invitación a la conversión, al perdón, a la misericordia, al cambio de vida, que es posible para todo aquel que se deje tocar el corazón.

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