«Con el Jubileo puede florecer el milagro de la reconciliación entre los católicos de China»

«Con el Jubileo puede florecer el milagro de la reconciliación entre los católicos de China»

Reflexiones de un sacerdote chino sobre el Año santo de la Misericordia y sobre las sorprendentes consonacias entre la Bula “Misericordiae vultus” de Papa Francisco y la Carta de Benedicto XVI a los católicos chinos

En China, el anuncio del Año de la Misericordia promulgado por Papa Francisco está llamando intensamente a los católicos chinos y a sus pastores. Desde las primeras noticias se registró un interés difundido y una ferviente expectación por este tiempo especial del Jubileo que el Obispo de Roma promulgó para toda la Iglesia. Muchos comparten el sentimiento de que en China se necesita experimentar realmente la misericordia de Dios. Esto es cierto en todos lados. Pero en China, por muchos motivos, parecería que la sed de experimentar la misericordia y el perdón fuera más intensa. Se percibe en la Iglesia, pero también en las relaciones de la vida social. Es como un campo que espera la lluvia, una lluvia buena, que llene los surcos áridos, sane las heridas y haga florecer nuevas flores y nueva vida.

Y la difusión de las páginas arrolladoras de la Bula “Misericordiae vultus”, del 11 de abril, hizo que aumentara la alegre espera del Año Santo. Los preciosos resúmenes en chino de este texto, que han circulado en la red, se difundieron inmediatamente entre los sacerdotes, los religiosos y los fieles. Muchos apreciaron inmediatamente el sentido bíblico de la misericordia, las sugerencias concretas, el llamado a la conversión. Y también las citas de los Padres y la decisión elocuente de comenzar el Año Santo el día que marcará los cincuenta años de la conclusión del Concilio Vaticano II. Y, sobre todo, la constante e insistente referencia a la experiencia de la reconciliación y del perdón como fuente viva e inextinguible de la vida cristiana.

La “Misericordiae vultus” parecería toda una encíclica sobre la misericordia. Describe los efectos saludables del perdón en la vida misma de la Iglesia, la eficacia del perdón para curar las heridas y para que renazcan las almas que parecían haber perdido la esperanza. Por este motivo muchos católicos chinos, al leerla, no pudieron no recordar la Carta que Papa Benedicto XVI escribió a los católicos de China en 2007. Muchos de nosotros, con alegre sorpresa, inmediatamente apreciamos la consonancia entre ambos documentos, que perciben con evangélica clarividencia las cosas que necesita la Iglesia en China y las respuestas que sirven para afrontar los problemas que afectan la vida de los católicos chinos. Por lo demás, Papa Francisco, al volver del viaje a Corea, había dicho que la Carta de Benedicto XVI a los católicos chinos no debería ser olvidada, porque todavía es actual y válida, por lo que deberíamos tenerla como punto de referencia que indica la vía que debemos recorrer.

De hecho, aquella Carta afrontaba muchos puntos y hablaba de muchas cosas importantes, pero su “centro” eran justamente el llamado al perdón y a la reconciliación necesarios dentro de la Iglesia en China, y la invitación a abandonar las críticas y las condenas recíprocas para dar un nuevo impulso al anuncio cristiano. En el marco de esta exhortación a la unidad y a la reconciliación, se expresaba también la necesidad de ponerse cada vez más al servicio del pueblo chino, y la disponibilidad para dialogar con el gobierno.

Hablando sobre la reconciliación, en aquel texto, Papa Benedicto se refería precisamente al espíritu del Jubileo, citanto una parte de la carta “Novo Millennio Ineunte” de Juan Pablo II: la característica que distingue al Jubileo (recordaba Papa Benedicto) es justamente abrirse al don de la gracia de Dios que nos ayuda a personar, a olvidar las deudas que los demás tengan con nosotros, a sanar las faltas y el mal procurado a los otros. Benedicto citó también el mensaje particular que el 8 de diciembre de 1999 Juan Pablo II dirigió a los católicos chinos, en vista del Jubileo del año 2000, y con el que pedía a todos seguir «las interiores sugerencias del Espíritu Santo, perdonándose los unos a los otros todo lo que debe ser perdonado, acerándose el uno al otro, aceptándose recíprocamente, superando las barreras para ir más allá de todo lo que podría dividirlos». Papa Benedicto repitió, haciéndolas suyas, las palabras de Juan Pablo II: «He sabido con alegría que quieren ofrecer, como don más precioso para la celebración del Gran Jubileo, la unidad entre ustedes y con el Sucesor de Pedro. Tal propósito no puede más que ser fruto del Espíritu, que conduce a su Iglesia por los no fáciles caminos de la reconciliación y de la unidad».

Desafotunadamaente, en todos estos años, muchos entre nosotros han dejado caer en el vacío estas palabras de perdón y de reconciliación que nos dirigió Papa Benedicto. Han heche que prevaleciera por encima de todo la diversidad de opinión con respecto a la política y al gobierno. A veces, asumiendo una postura de constante acusación y condena de los otros, opusieron la misericordia y la justicia, aplicando a las dinámicas de la Iglesia una antítesis que aleja del recto camino, como repitió también Papa Francisco en la “Misericordiae vultus”.

Ahora, la ocasión de un tiempo nuevo para reconciliarnos y perdonarnos recíprocamente se vuelve a presentar ante nosotros. Hay que rezar para que esta vez la ocasión no sea desperdiciada. La Iglesia de China, junto con toda la iglesia universal, puede pedir ser liberada del peso de las heridas que la han fatigado y hecho sufrir durante estos años. Con la misericordia de Dios, podemos recibir la gracia de la curación y del perdón. Caminando con paso seguro en los tiempos que el Señor nos dio para vivir, al servicio de todos, siguiendo la brújula del Concilio comenzado por Juan XXIII, concluido por Pablo VI, reafirmado por Juan Pablo II y por Benedicto XVI. Hay que arrojar la red en el inmenso mundo en el que estamos sumergidos y desperdigados. Y, con la ayuda de Dios, podría sucedernos lo que le sucedió a Pedro y a los demás discípulos, cuando se sorprendieron ante las redes llenas de la pesca milagrosa. Y entonces, también nosotros nos arrodillaremos ante Jesús, diciéndole que no somos dignos de sus dones, que somos pecadores. Y Él nos consolará y dirálo que siempre ha dicho a todos: que no tenemos que tener miedo, ni siquiera de nuestros pecados. Por que Él vino a liberarnos y a salvarnos justamente de nuestros pecados

Todo esto podría comenzar a suceder verdaderamente, y se puede pedir en voz alta aprovechando el Año Santo de la Misericordia. Por ello, hay que agradecer con el corazón conmovido a Papa Francisco, el sucesor de Pedro, que con su instinto de pastor tuvo esta gran y hermosa idea. Y agradecemos sobre todo a Cristo, que en su Iglesia ofrece constantemente a todos los pecadores nuevas ocasiones para volver a empezar. Porque sin su gracia no podemos hacer nada, ni siquiera en China.

*El sacerdote chino Paul Han Qing Ping entre 1996 y 2006 estudió misiología e historia de la iglesia en el extranjero. Después de su ordenación sacerdotal volvió a China y trabaja en un organismo pastoral caritativo que ofrece servicios de asistencia social a los pobres y a quienes han sufrido daños debido a desastres naturales. Además enseña historia de la Iglesia en un seminario y se ocupa de retiros para laicos y comunidades religiosas. Su blog personal esblog.sina.com.cn/blessedone. Como bloguero es conocido con el nombre de Gan Pao Lu.

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