Los Espartanos del Papa

Los Espartanos del Papa

 Serán recibidos el viernes, llegan de una penitenciaría argentina de máxima seguridad y juegan al rugby. La regla número uno se las escribió Francisco: “En el arte de ascender lo importante no es caer sino no permanecer caído”

por Ignacio Grimaldi

Curiosa delegación la que llegará sin hacer ruido al Vaticano el 31 de julio. Sin ningún propósito malientencionado, a pesar de que el lugar de proveniencia pueda sugerir lo contrario. Porque los huéspedes del Papa vienen de una penitenciaría de la periferia de Buenos Aires, en el Partido de San Martín, plagada de villas miseria y de violencia. “Personas que cometieron errores y que ahora cumplen una condena”, los presenta Eduardo Oderigo, que a su vez también necesita presentación. Ha sido jugador de rugby y ahora preside un club deportivo que se dedica a promover el juego con pelota ovalada entre los que están privados de su libertad; pero Oderigo también es un abogado, con 15 años de trabajo en el Palacio de Tribunales de Buenos Aires, donde se ocupaba de “meter adentro a la gente”, sintetiza con un poco de ironía, considerando que hoy dirige un proyecto de reinserción social de detenidos que se apoya sobre todo en el rugby. El proyecto se llama “Espartanos Rugby Club”, un nombre que –lo mismo que la delegación que está a punto de viajar a Roma, y el que la encabeza- requiere algunas palabras de explicación.

El origen de “Los espartanos” se remonta al año 2009, “cuando un amigo me propuso visitar una cárcel de máxima seguridad”, cuenta Oderigo. “Insistió tanto que le dije que sí”, recuerda, admitiendo que hasta el día de hoy no sabe por qué lo hizo. El destino era la Unidad Penitenciaria Nº48 en el Partido de San Martín, un populoso centro urbano que se formó con sucesivas oleadas migratorias en las afueras de la capital, Buenos Aires. Y allí fueron. “Era un desastre, algo imposible de imaginar para el que está afuera”, reconocieron al terminar la visita y antes de volver cada uno a su casa. Pero algo había sacudido por dentro a los visitantes, algo imposible de explicar pero que los impulsó a volver a la cárcel con un propósito audaz: “enseñar rugby a los detenidos”. Hablaron con el director de la penitenciaría que sin dudarlo –nueva sorpresa- “tomó papel y lápiz y concedió la autorización que hacía falta”. El martes siguiente empezaron las actividades. En la segunda visita, junto con el doctor Oderigo llegó un jugador de rugby profesional, Santiago Artese. “Imaginate, pesa 100 kilos y mide un metro noventa”, sonríe, “con él, seguro que los presos no se iban a meter”.La Unidad Penitenciaria Nº48 de San Martín tiene 12 pabellones. En el primero, considerado el más tranquilo, a través del tiempo se fueron concentrando los evangélicos. La situación empeora a medida que se acerca al pabellón 12º. En el último, “cada tanto hay un muerto y muchos duermen con una navaja debajo de la almohada”, comenta Oderigo. “El primer alumno de la nueva escuela de rugby fue precisamente un evangélico; después llegaron otros dos gritando “rugby, rugby”, que pidieron incorporarse y llevar a sus amigos. Les dijimos que sí y la vez siguiente ya eran 12, todos del último pabellón, el de peor fama”.

El primer paso estaba dado. El objetivo del segundo era crear un pabellón exclusivamente para jugadores de rugby. “La conducta de los que venían a la escuela de rugby cambiaba para mejor”, cuenta Oderigo, “y eso estaba delante de los ojos de todos”. El mejoramiento era tal que no demoramos mucho en lograr que las autoridades concedieran el beneficio de un nuevo sector carcelario. “En el pabellón no había ni la sombra de un arma, no había peleas y el clima era muy amistoso” sigue diciendo. En ese momento llegó también el nombre. “Un detenido había visto la película “Trescientos” y comentó que los jugadores de rugby eran guerreros, eran los espartanos buenos. Ése fue el bautismo, nos llamaríamos “Espartanos Rugby Club”. A los entrenamientos y los partidos se sumó el rezo del Rosario en común todos los viernes; bautismos, primeras comuniones, administración de sacramentos a detenidos que no los habían recibido. Pero también cursos de formación para favorecer la futura reinserción en la sociedad de los reclusos cuando recuperaran la libertad. “Los Espartanos”, observa Olderigo, tiene un alto índice de renovación. Entran nuevos detenidos y otros son transferidos o terminan de cumplir su condena y recuperan la libertad”. En tres años por sus filas ya pasaron 450 detenidos. Olderigo saca a relucir su faceta de abogado: “Solo el 2 por ciento de los que juegan al rugby reincide en algún delito, en comparación con un índice general de reincidencia que está cerca del 65%. La experiencia se está consolidando como altamente positiva, a tal punto que 18 de las 54 cárceles de Buenos Aires la están adoptando”.

El encuentro con el Papa Bergoglio se produjo a fines del año pasado. Una visita fugaz a Roma de un “espartano”, algunas frases al margen de una audiencia, el Papa se interesa por el trabajo con los reclusos, el aliento del Papa escrito en una tablet que él pide que le presten. Dos líneas improvisadas en ese momento: “En el arte de ascender lo importante no es caer sino no permanecer caido” y un saludo al capitán de Los Espartanos, al que llaman “El Diente”. Como era previsible, la cosa no terminó en la Plaza San Pedro. Los mails viajaron de una orilla a otra del océano llevando y trayendo noticias. Como la libertad de El Diente, que Francisco saludó con un divertido “Espero que ahora que está afuera no muerda”, hasta la invitación para ir al Vaticano el 31 de julio. Los Espartanos –menos evadirse- han hecho de todo para poder viajar. Ahora, con la proa rumbo al norte, donde jugarán un partido de rugby contra los detenidos de la cárcel de Torino.

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